RECESIVO

RECESIVO

Quedarse quieto durante unos instantes para escuchar, mirar y reflexionar. Disponer de la posibilidad de ver la vida a través de los ojos de otras personas; gente que, como tú y yo, tienen sueños, esperanzas y deseos. Anhelos reprimidos que generan miedos, temores y rencores al darse cuenta de que todo, sin excepción, cuesta más de lo que vale. Y nada debería ser así, pero la gran mayoría pagamos un sobreprecio, no solo económico, por aquello que, literalmente, deberíamos tener al alcance de la mano. Pero de este modo, seguramente, tendríamos el tiempo para darnos cuenta de que somos capaces de crear nuestra realidad más inmediata desde el simple acto de visualizarla. Y por ello quieren dominar nuestro pensamiento, nuestras voluntades y sueños. Porque en cada uno de ellos se encuentra la llave de la vida plena. Una vida donde la felicidad es el motor y nunca el objetivo. Donde la evolución personal y espiritual (en su más extenso y variopinto concepto) se convierte en único y verdadero objetivo humano.

El hogar, también desde su más amplio espectro de posibilidades y formas, se transforma en la base de nuestra propia creación, en la fábrica de voluntades y sueños, en el gimnasio emocional y social donde podemos aprender a ver la vida, a pequeña escala, para mirarla después cara a cara y desde su más extensa amplitud; pero no quieren. Necesitan que sigamos necesitando, olvidando, ignorando y recreando una sociedad indigna, donde los valores se confunden y camuflan en maliciosos y complejos vericuetos para, de este modo, hacer que la verdad y la realidad, parezcan complicadas y socialmente inaceptables. Utopía es su ópera prima.

Ahora tienen que rematar el trabajo minucioso, lento y constante. Siglos de manipulación y mentiras, eficientemente convergidas, nos han llevado a lo que hoy llamamos crisis recesiva. Y mientras, el resto, nos miramos, sin vernos, en los espejos de nuestra propia decadencia.

Rafa, María, Arturo, Maribel, Amanda, Ángel y José Antonio son los protagonistas de una historia basada en ellos mismos, en su día a día y en la cruda cotidianeidad que nos ofrece una país en convalecencia económica y social. Son un pequeño ejemplo de la realidad de millones de familias españolas que, como ellos, sufren las carencias económicas más severas, generadas por esta crisis, que los relega a la antesala de la indigencia o el desarraigo social.

Maribel de 41 años, por ejemplo, sabe de primera mano lo que significa el embargo de su vivienda y de su vehículo, un desdichado matrimonio de malos tratos y su posterior divorcio, trabajar durante más de media jornada a cambio de una nómina de 462€ que, a día de hoy, sigue sin cobrar, un reciente despido sin el pago de las nóminas atrasadas y todo ello con la responsabilidad de tener que educar a tres maravillosos hijos, dos de ellos, Ángel y Amanda, de 5 y 3 años.

Rafa, María y Arturo son otro ejemplo de disgregación social. A sus 42 y 35 años respectivamente, sin trabajo ni esperanzas y con una larga lista de sueños incompletos, siguen peleando por una vivienda digna, una alimentación completa y la educación de su hijo Arturo, de 10 años. Sin embargo se trata de una familia excelente, muy optimista y repleta de vigor.

José Antonio Sotillo es un hombre de cincuenta y siete años, resignado a vivir de la caridad de un centro de acogida. Un espacio que se ha convertido en su hogar, en su familia y en su perspectiva de futuro. Justo en el momento de su vida en que más tiene que ofrecer y enseñar, se ve relegado a una esquina de la sociedad.

La edad, en esta sociedad no perdona e, incomprensiblemente, pertenecer a la mediana edad es como una condena a cadena perpetua.

La realidad muestra, por lo tanto y día a día, que el lado más amargo, injusto o injustificado de la crisis, viene soportado por una parte de la sociedad muy concreta; una mayoría de personas que, hasta hace unos años, vivía con la constante falacia de las políticas globales y de una sociedad construida por y para el consumo.

Pero ellos, al igual que todos, también atesoran la capacidad de crear -sin límites ni limitaciones- otra realidad, otra oportunidad y otra forma de ver la vida.

RECESIVO