INKARRI

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Las imponentes montañas de la sierra de Paucartambo encierran entre sus flancos y farallones la memoria de un Imperio solar, el recuerdo de aquellos constructores de piedra y oro; de la magia encerrada en sus ancestrales leyendas; del conocimiento misterioso para vencer el clima y las heladas cumbres de la cordillera.

El recuerdo del Inca yace en las montañas de Q’eros, pueblo sagrado que vive prácticamente aislado en los Andes del Cusco, y cuyo origen directo en el Imperio del Tawantinsuyo, es indiscutible.

Cinco comunidades que mantienen contacto entre sí, ubicadas en zonas geográficas que van desde la Puna Alta (5.000 mts.) a la ceja de selva (2.000 mts.). constituyen lo que podríamos denominar el “Reino Q’ero”, ubicado en el sector noreste de Paucartambo, tras las vertientes de la cordillera oriental de la cadena del Vilcanota.

Hatun Q’ero es el centro principal del reino. A 3.500 metros de altura, el paisaje que apreciamos es impactante y conmovedor. Desde allí se observa el descenso a la selva, en dirección al Madre de Dios, donde las leyendas señalan la ruta perdida de los incas hacia Paititi o El Dorado.

Las leyendas sostienen que con la llegada de la conquista española en el siglo XVI, y el consecuente fin del Imperio que se hallaba incluso en una verdadera guerra civil entre Huascar y Atahualpa por el dominio del poder absoluto, Choque Auqui, presunto hermano de ellos, huye con un grupo de Maestros y Sacerdotes al Antisuyo, aquella región de la selva de Madre de Dios, donde Tupac Yupanqui intentó expandir los territorios del Imperio sin mayor éxito.

Sería en esta selva inhóspita donde Choque Auqui fundaría con los sobrevivientes del Tawantinsuyo la mítica Paititi o El Dorado, la última ciudad inca. Choque se coronaría como el Sapaj Inca , “Gobernador Supremo”o Inkarri (Inka Rey)

Según los Q’eros, aquellos que no continuaron hacia la selva en la mítica huida, se quedaron en la montañas como los “guardianes de la ruta perdida”. Desde entonces, ha transcurrido más de cuatro centurias, y los hombres y mujeres Q’eros continúan allí, trabajando el campo y construyendo sus viviendas como en los mejores tiempos del incanato.

Richard González.

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