LA SAL DE LA TIERRA

LA SAL DE LA TIERRA

Más allá de los repetitivos movimientos políticos de uno y otro lado, que sólo pretenden crear cierta sensación de elección. Más allá de todo radicalismo y alternativismo, ya demasiado mediatizados. Muchísimo más allá de nuestra supuesta evolución social, se encuentra nuestro poder de decisión, nuestras desperdiciadas capacidades humanas que, poco a poco, van atrofiándose en pro de un difícil y complejo discurso mediático.

Va siendo hora de despertar, de mirar al futuro con la conciencia tranquila, con la mente limpia y preparada para superarse día a día. Va siendo hora de aprender a ser más humildes, a dejar de un lado nuestro disfraz cosmopolita e intentar crear una sociedad digna, donde los valores no sólo se estudian día tras día, sino que también, y esto es lo más importante, se llevan a la acción.

Dicen que el universo y el ser humano son la misma cosa pero con escalas diferentes. Quizá por eso han habido grandes personas que han mirado al cielo y se han visto a ellos mismos. A lo mejor, en ese momento, en esa estrecha relación con nuestro «yo» más inmenso, hemos creído más en nuestra especie que en ningún otro momento de la vida.

En esta ocasión, mi trabajo, pretende dar a entender, al menos a mí mismo, que la vida y la evolución se desarrollan y se mejoran con aspectos tan básicos y primitivos como la convivencia total con el entorno, la necesidad imperiosa de tratar de usted al medio ambiente, la absoluta confianza que todos debemos atesorar en nosotros mismos.

Cuando decidí fotografiar a trabajadores y artesanos con métodos tradicionales, fue porque veía en esta gente a personas especiales, no por su forma de vivir, sino por su forma de ver la vida. La Sal de la Tierra sólo es un pequeño ejemplo de que es posible otra sociedad. Una sociedad donde cada cosa tiene su tiempo y su momento y jamás se pretende algo sin haberlo merecido antes. Y aunque no sea necesario irse a los extremos, sí es importante que miremos un poco más a nuestro alrededor y sepamos aprender, no sólo de nuestros errores, sino también de nuestras virtudes.

Para todas aquellas personas de buena voluntad, que creen y llevan a cabo sus ideas, mientras compran el pan.

LA SAL DE LA TIERRA