Spanish Moon

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EL HITO

Existen pocos relatos nacionales, escritos por Estados nacionales, dónde la palabra “humanidad” adquiera una dimensión especial, donde su significado sí trata, al menos públicamente, de trascender fronteras, ideologías y religiones.
Ya sabemos que la historia es el relato de los dominantes y que es una narración unidireccional que no suele admitir correcciones, propuestas o colaboraciones. Sin embargo las nuevas sociedades, basadas en la cibercultura, comienzan a desarrollar nuevos paradigmas, nuevas formas de contar la historia, de verla y entenderla.

Existe una historia, escrita hace ya 50 años, que trató de trascender lo humano, lo mental, lo físico y lo económico. Una historia, casi verniana, contada por un país (Estados Unidos) sumergido en una carrera espacial e impulsada por la fuerza y tesón que otorga participar en una guerra fría.

Esa historia culminó con la llegada del primer hombre a la Luna, perdón, del primer ser humano a la Luna. Hoy, como decía al inicio, ya no leemos la historia de la misma manera y tampoco la entendemos igual.

El 21 de julio de 1969 a las 2h:56min y 15 segundos (hora Internacional) Neil Amstrong posó sus pies en la Luna. Se cumplía, en ese preciso instante, la promesa realizada por John F. Kennedy en 1962.

Sin embargo, y aunque es la bandera Norte Americana la única que ondea en el Mar de la tranquilidad, (así es como se le denominó a la zona dónde aterrizó el Módulo Lunar con Neil Amstrong y Buzz Aldrin a bordo), no lo hicieron solos; unas pocas alianzas internacionales formaron parte de una infraestructura global, creada exprofeso, que significo mucho más de lo que todos creemos. Significó, sencillamente, el ser o no ser en su carrera espacial.

LAS ESTACIONES DE SEGUIMIENTO

De entre esas pocas alianzas y acuerdos, España tuvo un papel protagónico que muy pocos conocen. Un papel vital e importante que no solo sirvió a los acuerdos y necesidades norteamericanas, sino que dotó a todo un país de la iniciativa necesaria para desarrollarse plenamente en una embrionaria carrera espacial. Un ejercicio científico que no existía en ninguna universidad y que debía aprenderse empíricamente. En ese instante, se fusionó el ostracismo de la política española con la apertura de una ventana científica con la mirada fijada en el cielo y a las estrellas, literalmente.

En 1960 llegaron los primeros acuerdos con España para construir y dotar diferentes estaciones espaciales que serviría, entre otras cosas, para comunicarse con los astronautas de las diferentes misiones Lunares.
Todo comenzó en Gran Canaria y Maspalomas fue la ciudad elegida para construir la primera Estación Espacial Española. Su misión era clara; gestionar el seguimiento y control de las naves Mercury y Gemini, las predecesoras de las naves Apolo y que servirían para aportar datos necesarios en el desarrollo de las futuras misiones Lunares.

Hoy, la Estación Espacial de Canarias en Maspalomas sigue activa, y sus 23 antenas sirven de soporte a diferentes agencias internacionales, permitiendo el seguimiento y control de una gran variedad de satélites espaciales.

La exploración del espacio profundo y el proyecto americano “Explorer” requería, a principios de los años 60, de nuevas infraestructuras repartidas por el mundo. Los convenios previos entre americanos y españoles facilitaron la ampliación de nuevos acuerdos y metas. En 1964, por lo tanto, comenzaría la construcción de la estación espacial de Robledo Chavela en Madrid. En esta ocasión con una antena de 26m preparada para otear el espacio lejano.

Con los acuerdos renovados y las metas espaciales bien asentadas en nuestro país, se construyen, simultáneamente, dos nuevas estaciones. Una entre Fresnedillas de la Oliva y Navalagamera (Madrid) y otra en Cebreros (Ávila). Esta última, se convertiría, en 1969, en la primera estación gestionada íntegramente por personal español y, a la vez, en la mejor valorada de toda la red espacial norteamericana. España, en ese momento, demostraba su capacidad científica y sus ganas de hacer grandes cosas.

La consolidación de las misiones Apolo y sus inminentes lanzamientos, otorgaron a la estación de Fresnedillas la responsabilidad del seguimiento principal en España de todas y cada una de sus naves tripuladas. El 11 de octubre de 1968 la estación se estrenaba con el lanzamiento del Apolo VII, la primera con tripulación a bordo.

El tablero de juego estaba dispuesto y en marcha. Por aquel entonces la ventaja soviética se había diluido con la muerte de Sergei Korolev, su ingeniero jefe y líder soviético en el desarrollo de sus cohetes espaciales N1. Solo faltaba completar el plan, establecido al milímetro, para que el mundo contemplase uno de los acontecimientos más importantes y trascendentes la historia de la humanidad.

LOS PROTAGONISTAS ESPAÑOLES

La instauración de una red estacionaria de seguimiento espacial en nuestro país, proseguiría con la lógica necesidad de dotarla de recursos humanos.
El panorama nacional, desde luego, no era el más proclive para el desarrollo de científicos e ingenieros con conocimientos en un área todavía en pañales. Además, era imperativo el dominó del inglés, que por aquel entonces era una rareza educativa.

No obstante el llamamiento de la NASA y el ímpetu de los científicos, ingenieros y militares españoles concluyeron en una generación única e irrepetible. Un grupo de profesionales que hicieron de sus carreras una forma de vivir, de pensar y de hacer que nuestro país elevase su mirada al cielo y asentase las bases de la exploración espacial española.

Valeriano Claros es una de esas pocas personas que han formado parte de esa carrera espacial, de ese momento único para la humanidad y que desde Maspalomas pudo vivir en primera persona. Aquel día era el responsable del sistema de comunicación que contactaba con los astronautas en la Luna. Más tarde, llego a ser Ingeniero Jefe de la Estación y representante diplomático de ESA (European Space Agency) en España. Según él “aquél era un momento histórico que no quise ver por televisión ya que desde la antena de 9m de la estación oía “alto y claro” a los astronautas del Apolo XI”. Para entonces se prometió así mismo que dedicaría su vida profesional al desarrollo de las comunicaciones y actividades espaciales.

Otro gran protagonista fue Carlos González. Por aquel entonces era un joven entusiasta que quiso ser médico y acabó su carrera como Jefe del Departamento de Operaciones y Director adjunto del complejo de Robledo Chavela.
Recuerda la llegada de Neil Amstrong de una forma muy diferente al resto, y tal como nos cuenta: “yo escuchaba a Houston antes que los astronautas cuando les hablaban y a los astronautas antes que Houston”

Pero dice que los hitos españoles no comenzaron con el seguimiento de las misiones Apolo, sino que antes, con la llegada del Mariner 4 a Marte, la estación de Robledo Chavela recibió la primera imagen de un planeta exterior enviada a la Tierra. Sí señores, la primera foto de Marte se recibió en Madrid.

El encargado del sistema de Microondas que enlazaba las estaciones de Fresnedillas con la de Robledo, esa mágica noche, era José Manuel Grandela. Su base de trabajo estaba en Fresnedillas, la estación principal, pero sus equipos y responsabilidades se desdoblaban en ambas estaciones.
Hoy, disfruta de la jubilación y de una labor divulgativa de lo acontecido en aquellos años, unos momentos especiales de los que se siente muy orgullos porque, como dice él mismo “forman parte de la historia de España y es una parte muy importante en la consecución de los logros espaciales”

Además de ello, ha sido cofundador del actual Museo Lunar de Fresnedillas, donde tiene cedidos una gran cantidad de objetos genuinos de aquellas misiones espaciales. Unas misiones que embriagaron a toda una generación, bien reflejada en el otro mecenas del Museo Lunar, Jordi Gasull, guionista y productor con 4 Goyas en su haber, es uno de los más importantes coleccionistas de objetos espaciales de nuestro país.

Por último, destacamos la figura y personalidad de Luís Ruiz de Gopegui, el estandarte vivo más importante de la divulgación científica en nuestro país. Un hombre que ha dedicado una vida entera al conocimiento y apertura de las comunicaciones científicas y espaciales.
En 1969 era el director y por lo tanto, máximo responsable de la estación de Fresnedillas. Ello le llevó, inexorablemente, a convertirse en la piedra angular de un proyecto español sin precedentes.

Estos pocos hombres vivieron en primera persona aquellos acontecimientos, pero además, una generación completa se dio cuenta que estaba presenciando momentos irrepetibles. Una de esas personas recuerda, de forma especial, el aterrizaje de los astronautas americanos. Rafael Sánchez Luna, hijo de Francisco Sánchez Urbano, devoto de la Cofradía Virgen de la Luna en Pozoblanco (Córdoba), cuenta como su padre decidió escribir y enviar tres estampitas de su Virgen a los tres astronautas del Apolo XI. El gesto, sorpresivamente, fue agradecido por los propios astronautas y la misma NASA con sendas cartas firmadas por los héroes espaciales. Extraoficialmente se rumoreó que uno de los astronautas del Apolo XII se llevó una de esas estampitas en el siguiente vuelo lunar.

LAS NUEVAS GENERACIONES

Han pasado 50 años desde ese hito histórico que marco el devenir de la guerra fría, de la carrera espacial y, por ende, de la historia reciente de la humanidad. Medio siglo de desarrollo espacial y de avances tecnológicos que no siempre van de la mano del desarrollo sostenible y humano. Sin embargo la semilla científica que se quedo bajo tierra al finalizar las misiones Lunares, ha germinado hoy en forma de nuevas generaciones de científicos y profesionales españoles que a lumbre de las misiones Apolo, prosiguen su trabajo a sabiendas de su importancia y su necesidad para el conocimiento colectivo de nuestra sociedad.

No en balde, hay propuestas educativas sorprendentes en nuestro país, como el “Viaje Interplanetario” un proyecto educativo sobre ciencias del espacio pionero en Europa y personalizado en su joven fundadora, Lia Ortega (Comandante Lili dentro del proyecto).
Esta no es solo una ventana abierta a la educación infantil, sino una visión diferente de la enseñanza científica y una reivindicación clara y concreta de la imagen y la labor de la mujer científica.

Otro ejemplo de desarrollo educativo pone en la palestra a los profesores de primaria de nuestro país y muestra como la labor espacial de nuestros predecesores no ha caído en vacío. Uno de estos profesores, Herminio Rodriguez, ha conseguido junto a Radio Aficionados Sevillanos, que sus alumnos del colegio público Nuestra Señora del Carmen en Torre de la Sal (Sevilla) contactaen en directo y a través de video-conferencia con los astronautas de la Estación Espacial Internacional.

Todo ello nos muestra que la huella dejada en la Luna sigue marcando el devenir de muchos de nosotros. Quizás por ello, deberíamos celebrar semanas y aniversarios científicos todos los días, porque solo así, la historia se escribirá con más de una dirección, con más de una opinión, con más de una lectura. Pero sobre todo, y de verdad, en nombre de la humanidad.

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